Personajes extraños de la vida real



¿De dónde salen? ¿Dónde habitan? ¿Qué los hace tan impecablemente extraños?
Amo a estos personajes. Te acortan la rutina, te hipnotizan, te sacan de contexto porque están fuera de contexto.
Quizás los imaginaste, o son de algún intervalo de sueño. Capaz se sienten solos, o tal vez orgullosos.

Aquí van…

El risueño: estaba demasiado concentrada en el subte. Era domingo, de esos sin frío ni calor, sin tanta palabra. Subió un ser extravagante, como una mezcla de fan de Perón y Sandro. Robusto, alto, con campera de cuero y patillas, de unos 65 años.
Entabló en su celular, con voz de tanguero, una conversación fuera de época, muy complicada de descifrar. Hablaba de política pero de una política en otro siglo, como si él estuviera viviendo en otra vida. De repente, soltó carcajada tan aguda y peculiar, que espantó a todo el vagón. Lo miramos horrorizados del susto y a los segundos con ternura, es que tenía ese don... de una vida pasada que no encajaba con su risa futurista. 
Salí del andén seria y confundida, pero sonreí. Sonreí sin emitir carcajada para no taparlo, sonreí porque buscó seguir en el pasado vaya a saber por qué. Un tipo raro, muy raro…

Los mariachis del 60: Algún tiempo atrás, subieron al tren dos tipos barbudos de una nariz muy particular. Miré de reojo pero ahí nomás levanté la vista. Parecían mariachis hippies, pero eran bien porteños.
No venían a hacer un show, no trabajaban ahí, no estaban al azar. Primero pensé que irían a alguna reunión o concurso de barbas o algo por el estilo. Tenían musculosas blancas, de cuerpos flaquitos, flaquitos, y miraban raro, cuál película del lejano oeste, pero con indumentaria moderna.
Cancheros, orgullosos y bizarros, nos sobraron de tal manera que me pregunté si era yo la que no encajaba en esta época.
Bajaron en la estación Nuñez y no volví a saber de ellos. Lo que sí supe, es que de ellos había más y que el pasado quizás no sea pasado, sino que puede estar escondiéndose.


El guardavidas sensible: Era un viernes, 4 de la tarde. Teníamos en común trabajar en la misma empresa. Había sido un gran guardavidas, pero sensible. Si, tal como lo leen. Hacía marketing, pero todos sabíamos que también era un salvavidas humano. Era más bien fornido, un poco guapo y pelado, pero tenía cara tierna o una historia que parecía de mar, más que de oficina.
Toda su familia había sido guardavidas y yo me imaginaba que nos veía como queriéndonos rescatar. Hablaba con tono dulce por momentos pero después con un timbre muy grave de voz. Me parecía extraño pensarlo en su casita de madera al rescate pero viéndolo hablar de informes de marketing. Me dio ternura, no sé. Me acuerdo que pidió un aumento con miedo. Me pregunto si lo habrán ascendido o si sabía tanto rescatar a los demás, que no pudo rescatar su situación.

El guitarrero que se creía cómico: En mi etapa de aprender guitarra, con mi hermana contratamos a un profesor a domicilio, era mi época de secundario. Este hombre cada vez que quería decir algo, terminaba la frase con otra palabra: Tengo sed. No. El decía tengo una serpiente…
No vamos al caso de decir “que acelga” o “todo viento”, estoy hablando de un caso extremo de libre asociación de palabras, que si no estabas atenta… te desorientabas.
El tipo estaba feliz de haber encontrado esa manera de comunicarse, era un hombre antiguo que quizás no quiso asumir el paso del tiempo y necesitaba del humor. Aprendí un par de canciones, pero ninguna frase me quedó. Sólo sé que nunca pudo estar en la onda de los millennials y que los más jóvenes cortaron sus clases por no entender su lenguaje.

Sheldon, el sarcástico: No todos los personajes son tiernos. Tuve la mala suerte, o buena suerte (porque me suma para este artículo), de toparme con un sujeto muy parecido a Sheldon Cooper, (para el que no vio The Big Bang Theory, un obsesivo de sistemas y un poco asesino serial).
Sinceramente no me caía para nada bien, y él lo sabía. Fue una de las poca personas que no podía tolerar pero tenía tanta locura que en cierto punto me daba intriga conocer de su vida. Era como si viviera en un mundo tecnológico, cibernético, y misterioso.
En todos los almuerzos sacaba temas obsesivos. Hacía experimentos en su casa, y estaba fanatizado con el sushi. Lo paradójico era que a veces lo querías y a veces lo odiabas, tenía ese poder. Con él aprendí definitivamente a saber con quién no tenés feeling, pero también aprendí que hay locos genios que en unos años quizás son los futuros dueños de Facebook.



Ramiro: Para terminar, hablo de un tipo un poco viejo y vagabundo, al que consideré mi amigo por un día. Lo encontré en la parada de colectivo a mis 16 años. Deliraba de la vida y me contó historias alucinantes, es la primera vez que me sentí más cuerda que nunca. Es más, le hice un dibujo. Me mostraba la vida como yo la quería ver cada vez que tomaba el cole para ir a educación física.
Yo jugaba a ponerle adjetivos a las palabras comunes, y combinar frases para describir oraciones perfectas. Lo más loco fue que él era feliz, y era demasiado culto. Cómo si se escondiese atrás de esa ropa vieja para hacernos creer que vivía en la calle.
Siempre me quedó la duda si los sabios están escondidos de esa forma por el mundo.


Personajes extraños… Ermitaños del siglo, tan puros, tan auténticos.
Pienso que de pequeños se vestían como duendes y amigos imaginarios, hoy quizás son estereotipos de personas particulares que nos solemos cruzar y asombrar. Como si nosotros fuésemos normales, como si nos alegrara saber que quizás hay personajitos quedados de otros tiempos, o de otras energías y sintonías, varados por nuestro mundo.  
Me alegra que sea así. Bien o mal, nos generan dudas y nos sacan buenas anécdotas para contar. Ahí es donde pienso que lograron su objetivo… recordarlos.


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