Adaptaciones
Los hombres se
adaptan a la idea loca del instante neto, al aquí y ahora, a la coordenada
ingenua de seguir su instinto.
No diría que sean
más simples, sino que fragmentan sus temas de tal manera que no queda espacio
para analizar.
Arriesgan,
saltan, irrumpen en nuestro aire tan organizado y prolijo, que nos
generan caos, un caos lindo pero caos al fin.
A veces pienso
que nos adaptamos a ellos, y queremos subirnos a su tren. Cuando el
tren gira, nos desbastamos, porque en el todo o nada dejamos nuestro
orden. Pero él está tranquilo, conocía las vías, más nunca
garantizó un camino recto.
Va liviano,
sin tanto equipaje, sin cartera, ni peso en el hombro. Ella, en
cambio, nosotras, todas, quisimos viajar sin que nos inviten, lo cual es
bueno, pero dejamos todo, lo cual es malo.
Me adapté a una
idea, a una fiel expectativa, al ideal perfecto de dejar mi mundo y de
tomar partida. Sólo esperaba que sea correcto, sólo alineaba mis galaxias
para que todo encaje y me frustré. De ese giro inesperado, ni bien, ni
mal, de la caminata fuera de mi haz.
A nadie más hay que adaptarse, ni con alquimia en sueños, ni ella a él, ni él a ella, ni a las
personas, no al tiempo. Sin más consigo
que toda circunstancia se amolde a uno, a sus deseos, que al ser de uno ya son del otro. Las no improvisaciones de vida y de
encuentro, torrente de esperas que esperaba al fin.
Soy
liviana, y soy compleja, soy el tren y las mismas vías. No pretendo no
arriesgarme, arriésguense en sí, ya que hoy abrí los ojos, y gasté
energía. Me ví, y decido ya y siempre no parar el mundo, no encajar lo
inencajable, seguir la marcha de mi plan austero, que cederemos a veces a pisadas
ajenas, pero jamás ni nunca con el molde de otro.
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