De frustraciones y otras cuestiones



En una época de mi vida, para demostrar que podía entrar en publicidad, grabé el link de mi curriculum en 12 mates de aluminio. Cada link se formaba con una oración y el nombre de la agencia que quería entrar. Eran 12 páginas web distintas personalizadas por lugar (si no les gustaba mi trabajo… al menos podían matear). Firmaba cada uno con “compartimos pasiones”.
Los entregué personalmente envueltos en cajas de cartón adentro de bolsas que representaban un traje navideño (era clima de fiestas). Diseñé una etiqueta que al leerla era una auto publicidad que me promocionaba como creativa jugando con las situaciones que siempre vivís en Navidad.
Trenes, colectivos, subtes, viajes cortos y largos, con 36 grados de calor y con lluvia.
¡Te felicito por la propuesta!, -llegó a mi correo. Nos encantó.
Pero no hubo más respuesta.

Así pasa. Un día tu grado de expectativa es 1000, estás pura y feliz, y en un milésimo de segundo hacés lo peor, te resignás cuando el destino te cachetea.  

Si piensan que esa fue mi frustración, la historia comienza mucho antes.
Estaba recién recibida, la carrera de diseño gráfico me quedaba chica y me emprendía a Buenos Aires al enterarme que los que hacían las ideas de las publicidades que amaba se llamaban: redactores publicitarios.
Más allá del obelisco, de conocer el subte, de enterarme que Caminito era más chico de lo que imaginé, venía por mi objetivo parando en una ciudad que no para. No sé como me adapté (creo que no tenía tiempo ni para extrañar).
Terminé mi curso anual. Sólo que el grado de emoción duró lo que duró la realidad.
Me quería comer al mundo pero escuché el peor slogan de mi vida “en publicidad entran muy pocos” es demasiado difícil entrar en una agencia.

El resto ya lo sabés, el universo se encarga de mostrarte que no tenés una buena carpeta, ni plata de sobra, incluso te resalta opiniones absurdas de historias ajenas que te tiran abajo, sumado a los malos consejos, temas personales, etc. et. etc. Ya empapada de presión-desmotivación, típico que conseguí un trabajo de diseño que iba a dejar más adelante, pero el tiempo pasó, el deseo se alejó y despedí a mi objetivo que quedó en el limbo, como un hobbie que experimenté alguna vez.


La muy cínica de la vida te conforma pero te perturba.
Era uno de esos días que se comentaba en el almuerzo laboral un comercial del momento. Siempre me entusiasmaba charlar de cuál era la observación de la idea, como había surgido, etc., y en eso un compañero de trabajo largó “¿por qué no te dedicás a esto??, se nota que te gusta mucho”. Clic. Desperté (nuevamente).
Mi ego pasivo despertó y me dije ¿por qué no? Retomé mis ideas, modernicé la gráfica de mis campañas viejas, me planté y armé una estrategia (sí… sí… acá viene la historia de los mates).

Como siempre después del duelo emocional no me quedó otra que buscar que alguien me explique qué pasaba. Conseguí el contacto de un profesor. Intercambiamos mails con la mejor onda, me iba a dar una mano a ver en que fallaba. Me citó en una agencia muy importante, pero me vio y ni sabía quién era. No lo podía creer. Encima de que me atormentó psicológicamente, destrozó mi moral con el ¿Vos te querés dedicar a esto??
Todo bien que mi carpeta tenía errores pero ¡por qué tanta frialdad si sólo pedía ayuda! No lo recordaba así. Lloré tres días seguidos.

De estas miles. Asimilé el trauma, es más, también pasé por un master que tampoco fue lo que pensaba, aprendí mucho pero salí sin la cantidad de campañas que quería. Chau a tus sueños.
Nadie de mi entorno conocía lo complejo de este camino, me habían pisoteado y ¿para qué??
Decidí abandonar todo, me iba bien en diseño y quizás era ese mi destino (aclaro que esto no tiene final feliz por si lo están buscando).

La palabra frustración frustra. Hace ver que el sentimiento de “me di contra la pared” alias “me siento estancada” opaca todo registro del momento previo, donde tenés esa absurda ilusión de que algo en lo que creés y pones toda tu energía va a salir bien.
Como si la vida se empecinara en que tiene que ser difícil, en que el camino esté a noventa grados y tus piernas están entrenadas para caminar con piedras, no para escalar sin parapentes.
Cuando ya estás en juego, volvés a cero con el eco difuso del no. Y te lo creés.


¿Estás dejando tu sueño de ser creativo? Título de un artículo de internet de un sitio de no sé que día que leí por inercia. Me reí porque me identifiqué, lo escribía una redactora y su historia era la de miles, incluso la mía. Cómo vas perdiendo la energía, cómo seguir y demás, pero yo ya estaba resignada.
Iba a cerrar la página pero vi que había un correo y la frase “si te pasó lo mismo escribime” Jaja esas señales de película que no creés, pero no tenía nada que perder, le conté mi historia.

Resulta que me contactó. Hablamos por skype. Daba un curso intensivo personalizado para armar una carpeta nueva con lo que pide el mercado.
Fue una charla súper interesante, de esas que apagás la computadora y te quedás maquinando.
No lo iba a hacer porque no tenía nada ahorrado ni tantas expectativas con nada, es más, la contacté mi situación sólo para poner un punto final lindo a mi historia de la creatividad y otras cuestiones.
Pasaron 4 meses, abrí su correo y sorprendida le dije que quería empezar.  

¡Todo, tiré! Mis viejas ideas que me había encariñado tanto, mis curriculums en pdf, en word, las páginas webs, linkedin (¿ley del vacío?).
Ejercité como nunca, pensaba en el parque, en el subte, caminando, anotaba 300 ideas por día aunque no conseguía que me salga la consigna.
Un día le dije: ¡Chechu! entendí por qué nadie me toma, fue un antes y un después. Prueba y error, desafío, emociones encontradas… y así después de dos meses me salió el ejercicio. Estaba en carrera.


A veces pensaba que era el camino, pero también era la forma de buscarlo. Como diseñadora ya podría haber tenido mi propio estudio, pero no era mi deseo. Y para cambiar tenía que empezar de nuevo, nada fácil en esta época.
Los mates eran geniales, eran el envase. Lo de adentro, mi trabajo, no estaba bien. No había un mensaje poderoso que me venda como yo quería, pero sin darme cuenta  igual hicieron que algo se mueva, que el círculo empiece y que hoy pueda contar todo el esfuerzo que cada uno hace para lograr lo que se propone.
Si no aceptaba iba a seguir armando y desarmando mis trabajos viejos y modernizando cosas que ya no me representaban ni tampoco tenían que ver con el mundo de hoy.
El error fue pensar que lo podía resolver como yo creía. Pero no dejar de intentar nunca, hizo que aprenda a probar opciones diferentes, y alguna se iba a dar, aprendí a no repetir.
Así como hay gente que te destroza los sueños, otra te ayuda. Juntarse con los que pasaron por esto, empaparte de otras experiencias es genial.
Esta profe me hizo creer, pero más que creer, me mostró lo que “no” te dicen y confió en mí más de lo que yo confiaba.

Pensé que vi ese blog de casualidad, pero no apareció solo, fue MI BÚSQUEDA. Mi proceso.

Vos sos bueno y podés. Hay que moverse, buscar, salirse de lo que pens´s y volver. Hablo de frustraciones en general, de la vida, del trabajo, del amor, de un viaje. Te caés, te levantás, pero no siempre caigas en el mismo lugar.
Hay cadena de favores, a veces la búsqueda tarda años pero pensamos que es lineal y la dejamos, ahora sabés que nunca hay que abandonarla porque lo que no sabemos, es que el resultado no va a nuestro ritmo, va creciendo hasta darse.
Mi caso se compone de años de intentos, y en paralelo de buscar a las personas correctas, que te marcan y ayudan, como esta redactora, profe, y consejera, que me dio la posibilidad de que yo apueste en mí (si bien nunca supe como agradecerle por tanto, creo que escribiendo esto es una forma).

Antes que me olvide. En pleno proceso de ejercicios, llamaron de una primer agencia, esa que había mandado mi curriculum cuatro veces en dos años. Y de ahí llamaron tres lugares más, algunos mas chicos, otros más grandes, pero todos de PUBLICIDAD. Tenía entrevistas.

Este artículo no tiene final feliz, se los dije. Es más no tiene final y está buenísimo que sea así, significa que una vez que arrancás vas a seguir.
Como dijo en su discurso Jim Carrey: “mi padre quería ser comediante pero fue a lo seguro y estudió para contador, pero igual lo echaron.  Ya que nada es seguro, antes de fracasar en algo que no te gusta, probá a ver que pasa con lo que te gusta”.

  

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