Vaya Cuarentena


Si algo me deja esta cuarentena, es darme cuenta qué cerrados que estábamos en el afecto genuino. 
Por algún motivo, un “te quiero” en una videollamada no me termina de llegar. Pero no por una pantalla gastada, ni a falta del cariño sincero. Sino que quizás, hasta mis te quiero pasados también parecían estar a través de una pantalla, la de la vida de prisa.
Y el ritmo de estar poseídos de actividades y deberes nos hizo un ajuste de cuentas.
Sentimos que en un encierro evidente, todos estamos parados, pero sin la pausa del alma. En algún par de estas paredes que nos hospedan, hay un celular, un home office, una serie o una distracción de algún mosquito perdido. Y en esta prisión obligada, no hay permiso para el silencio.
Es que el pedido de nuestro yo niño, no se escucha con las interferencias de la limpieza, el ocio y el orden artificial que ve sólo la superficie.
Así pasan los días, sin horas, las tardes sin vida, la casa como testigo de la queja enviciada y el pulso, pulsa vacío. 
De pronto, en el encuentro de mentes colectivas ronda la frase de no quiero esta vida. Una frase que parece nueva, pero estaba esperando salir en algún momento.
Uff. Así transcurre la historia. A falta de un abrazo del rincón de la mente, en sintonía con lo corpóreo. Una historia donde si no oímos más que un aplauso ajeno, no va a pasar nada más que la pandemia. 
Tenemos la posibilidad de ver cómo y qué sucede en los pasadizos más abandonados del amor, del miedo, del asombro. Tenemos la libertad de jugar con lo indispensable, nosotros con nosotros. 
Qué poco le destinamos al sentimiento auténtico, qué poco arriesgamos para auto donarnos el camino de lo que nos hace sentir bien. Y hoy, nuestro largometraje más preciado está en el limbo. 
Pero estamos a tiempo. Para cambiar patrones llenos de pelusas. Para escarbar las células que manejan el percibir. Para dejar de ser egoístas con nuestros sentidos, para dejarlos fluir.
Vaya moraleja, vaya tesoro en vista, vaya qué poca inteligencia emocional tuvimos para entender el mensaje: y es que si no paro conmigo hoy, lo que mata no es el virus, sino el corazón. Vaya cuarentena, que nos abrió el balcón más importante: el de la decisión.

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