Duelos
El duelo es una palabra tan
fea y compleja para nosotros, que presenta un diptongo entre la “u” y la “e” para que al nombrarla sea más difícil y
profunda aún, e instantáneamente nos obligue a pensar en qué porcentaje de ese
proceso “duelístico” estamos parados y de ahí el cálculo de cuanto falta para
terminarlo de una maldita vez!
Corté con mi novio, viene el
duelo, se murió mi plantita, estás en duelo, se separaron mis padres, en un año
y tres meses termina...
Duelos emocionales, sujetos
a lo afectivo y familiar; territoriales, basados en lo que nos produce dejar de
frecuentar un lugar, duelos, duelos y más duelos, que si tuviéramos que
imaginarlos, serían como una especie de pozo profundo en medio de una camino de
césped bien verde. De repente hunden la tierra con su color marrón oscuro y nos
impiden cruzar al otro lado.
Están las personas que le
tienen compasión a estos sucesos tratando de indefensos a quiénes los viven, y
los que quieren que se acabe de una vez como por arte de magia para volver a
ver al otro como era siempre.
El protagonista, que pensaba
que estaba transitando sólo uno con esperanzas de terminarlo pronto, siente
tantas veces la expresión, que reabre 5 casos más en su cabeza, que no habían
sido contemplados y ahora sabe que están ahí.
Clasificados jerárquicamente,
podría obtener un primer gran duelo emocional, uno laboral, uno racional, uno
sin sentido y uno de yapa. Estos 5, que en Wikipedia, no son más que el proceso
de adaptación, desde que empieza hasta que se supera, la pérdida de algo
querido, me están complicando un poquito la vida.
A su vez, visualizo que
tienen ramificaciones que abren la temida hipótesis de que la propia existencia
del hombre sea un duelo continuo, y se puede justificar con el concepto de que
a veces nos dan ganas de tener 6 años, por lo que creo que aún no se supera la
pérdida de los juguetes de la infancia.
Como si fuera poco, se suma
la pronunciación fonética de estos acontecimientos, que de por sí, impiden verlos como algo normal y no tan
grave, y cargan a este sustantivo con un tono de misterio y pesadez.
Distinto sería decir: estás
transitando el duelito de tu separación, o mejor aún, usar una expresión
inexistente como por ejemplo: cuando finaliza tu duli?
Los dulis pasan todo el tiempo,
a toda hora y momento, sólo que remarcamos más esta etapa que su opuesto, sin
tener una palabra que nos hable del período anticipado de la parte linda de un
momento que estamos por vivir.
La superación de los dulis sería el “y ahora qué”, pero notamos que mientras lo teníamos nos hacía
fuertes, porque no importaba nada, y sin querer le habíamos empezado a tomar el
gustito.
Contestar una incoherencia,
tomar una decisión, comer helado y chocolate, llorar en una película… todo “era parte de”, y no porque
nosotros somos algo sensible también.
Y visualizando el pozo,
quisimos llegar a tocar la corteza terrestre y nos fuimos a los extremos, no sólo
tomar helado, sino comerlo todo, seguido de un chocolate viendo una película
triste. Despertar y hacer un día entero de gimnasia y regalar medio placard.
Un día, de repente, sentimos
que ya casi se está por ir, pero nos habíamos acostumbramos tanto a ellos, que empezó a preocupar más cuál sería el siguiente y no la causa de nuestra próxima
felicidad.
Una tristeza por todo el
tiempo que vivimos juntos. Nos sentimos sólos, y nos da miedo saber cómo somos
y cómo actuaremos ante la vida sin ese respaldo.
De a poco, sin darnos cuenta
salimos adelante y cambiamos, enfrentamos al mundo, estando fuertes y
aliviados. Ya no queremos escuchar mas esa palabra que al fin y al cabo hizo trágica
otra más común como la que es crecer.
Sin embargo, cada tanto dudamos
en que camino seguir o que decisión tomar, sabemos que perdimos algo que nos
acompañó por mucho, que extrañamos, entonces nos planteamos en que porcentaje
de la adaptación de esa pérdida estamos parados.
Reímos, porque estamos
confiados de que sabemos que cuando quisiéramos, podemos reabrir el caso: EL DUELO DE DEJAR AL DUELO.
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