Balance Del Año
Se habla de Balance del Año como
algo común llegando a estas fechas. Miramos el último cuadradito en bloque del
calendario, números diminutos, suspiramos, y nos decimos ¡tengo que hacer el
balance del año! como obligación para poder cerrarlo.
Pero
seamos sinceros… todos le tenemos miedo a la balanza.
Antes de pesarnos, tenemos un número en mente,
subimos… y la mayoría de veces nos sorprende que no la pegamos con el resultado.
Como una especie de juicio final “me veo bien o me quiero matar”.
Pero, ¿se dieron cuenta de que no nos pesamos
sólo a fin de año? Lo hacemos varias veces al mes o en la semana. Apoyamos
nuestros pies estando asustados y nos bajamos contentos, o nos subimos
contentos y nos bajamos enojadísimos, y así miles de momentos inesperados.
Podría decir que no sería comparar y medir lo
bueno y lo malo recién finalizando lo que 365 días nos trajeron, si no que todo
es causa y efecto y estar tan pendiente del peso final nos hizo olvidar otras cositas
un poco más lindas.
Doce meses de espera para pesarse es absurdo y
hasta un poco brusco. Aparte, ¿quién dice que mi año empieza en enero? Para mí
empieza en Septiembre, cuando cumplí mis 31 (o cuando las madres te atormentan
remarcándote la teoría de “tenés un año más y las velitas están mal” esto se
refiere a que si cumpliste 31 en verdad cerraste esa edad y ya empezaste los
32… ¿por qué hacen eso??, pero esto no vienen al caso).
Volviendo al asunto, para otros, un año empieza
después de las vacaciones, es el corte. Si fueron a la playa en mayo, mayo es
el enero de los que eligen Mar del Plata y el sándwich de milanesa ¿Por qué
encasillamos historias lindas o tristes en un año? Según cómo se mire puede ser un año pésimo o saber que lo pésimo
duró sólo unos días (aunque haya sido a principios de enero) y no por eso vamos
a tomar que todo lo demás va a estar mal.
Yo cambiaría el hecho por pensar que sensación
te dejó este tiempo. Si comprimo todo en listas y columnas mentales, sé que pasé
muchas cosas fuertes y difíciles en 2016, pero si hablo de sensaciones y emociones,
¡cuánto aprendizaje me llevo! Y ahí ya todo empieza a tener algo de sentido.
Las emociones son el efecto a una causa previa.
Cada estímulo emocional no se cambia
porque no es malo, lo que se cambian son las ideas. Si yo pienso que renuncié
a mi trabajo y por eso estuve desempleada con incertidumbre un período largo de
tiempo voy a tener mucha bronca y ansiedad. Pero si pienso que esa decisión me
hizo soltar algo rutinario para hacer lo que me gusta, voy a experimentar mucho
alivio o fortaleza.
No se trata de hacer comparaciones, ¡todo
comparamos! Y nos vamos volviendo de a poquito más locos. Se trata de balancear
la vida y de como resonó cada momento en ella, en todas nuestras vivencias,
eliminando los corchetes o paréntesis que marcan edades y meses cortando el
tiempo. Sino, algo que duró meses, puede que sea pesado en un año, pero dentro
de toda nuestra vida ya no se hace tan grande. Es más, al superarse se hace más
livianito y vale el doble ¿por qué creen que la felicidad aparece, dura tan
poco, pero es tan fuerte?
La vida no tiene años, eso es un invento, es un
largo camino de vivencias. Nadie se pesa una vez porque, si hay disgustos,
vuelve a las dos semanas para cambiar el resultado. Fijémonos primero qué
estamos poniendo en el medidor.
Las balanzas son individuales ¡y engañan! Ninguna
familia entra ahí, ningún abrazo de a dos cabe en ese cuadradito ínfimo que
determina si tenés sobrepeso o no. A veces están en menos cero y encima se
fijan en lo material y te mienten, al tener celular o un cinto pesado y no te
dicen tu cuerpo exacto.
¿Para qué sirven??? Para que puedas cambiar
resultados de a poco y para aprender a
saber que las emociones no se pesan.
Regularicemos las ideas positivas por encima de
las otras, no los sentimientos, que tan guardados y calculados están hoy en día
en ves de salir y expresarse. Al fin y al cabo.. ¡los balances son de los los
contadores!
Un Plus
Navideño:
Se que altera la frase ¡Se vienen las fiestas! Pero fiesta no significa saltar
en una pata, ni pura melancolía de que no son como antes (si, si, tu infancia y
los regalos, la familia… bla bla) Por ser diferentes en algunos ámbitos no quiere
decir que sean malas. Al contrario, hay tanto para valorar…
Los fuegos artificiales serán quizás sin tanto
ruido pero serán fuegos al fin, seguro hay vitel toné, o te quejás de que
engordaste todo lo que bajaste. Aunque no lo veas, todo esto significa saber
que festejamos la vida compartida. Hasta la charla mala onda de saber que
Navidad cae sábado es con amigos o familia. Criticar problemas globales o hacer debate, muy muy muy en el fondo (sin matarse)
te divierte, y cambiar opiniones de quién lleva lo dulce o salado te remonta a
tu niñez.
Por más balance que le metas, todos a las doce
de la noche piden por un año mejor y se acuerdan de las personas que quieren,
ahí no hay matemáticas. Entre ese círculo de charla, discusión, silencio
incómodo, risas, o cansancio, ves el detalle en segundos, a pesar de la vida
apurada, y te da ternura notar que alguien cocinó un pan dulce y no le salió
tan perfecto pero era casero, otro robó un pedacito de picada antes de
sentarse, y eso te sacó una sonrisa e hizo que todo valga.
Si nos da por ponernos estructurados y usamos una lista, que esta vez sea sólo
para comprar lo que vamos a disfrutar en la mesa dulce y ver con quién queremos
brindar. Celebremos sin planificar tanto porque al final de todo ¡la
fiesta es la vida!
// Artículo escrito para http://7attitudes.com/author/mariana-szulman/
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