Rutina de cómo vencí a la rutina
Hace mucho que llegar a casa no me emocionaba
tanto. Era un peso, me daba cansancio no saber qué hacer, no le encontraba
sentido a las pocas horas que quedaban después de volver agotada de trabajar.
A veces me aburro, no lo niego. Llegar y
encontrarme con tanto silencio que está en mí prender la televisión, o revisar
el celular que había visto hace diez minutos, o dejar que el tiempo pase sin
más. Cómo si se hiciera el muerto y todo lo que tenía que hacer de repente
queda congelado.
Lo raro es que soy de las que siempre le busca
la vuelta a todo y se divierte haciendo pequeñas cosas. Pero es por etapas, y
en verdad últimamente no me estaba inspirando.
Esquivando un poco la rutina, traté de
alternar el camino del día a día entre el tren y colectivo, entonces caminé.
Más allá de pensar ideas publicitarias, llamar a mi familia, relajarme, la
sensación de cosas pendientes mezcladas con el “y ahora qué hago” me empezó a
invadir por completo, de nuevo.
Pero faltando un par de cuadras, de la nada
pensé en qué cocinar. Algo rico quería, algo que me haga bien al menos por un
rato.
Fue raro porque busqué en mi cabeza algunas
recetas fáciles de internet, compré las cosas y al llegar puse música y empecé
a mezclar.
Mientras el agua hervía, vi mi departamento de
reojo. Me agarró una sensación de que faltaba mucho para terminar de decorarlo
y seguro lo terminaba casi cuando se vencía el contrato. Pero no podía ser así,
¿por qué alargar tanto cada cosa? Porque no estaba enfocada y quería hacer
tantas cosas a la vez que no hacía nada.
Típico que la conciencia empieza a actuar: es
que necesito plata para un sillón nuevo… entonces publiqué un aviso para vender
el viejo en 5 minutos. Es que no tengo tiempo, y borré aplicaciones del celu
para dejarlo descansar y usar la radio. Es que… no había más excusas, sólo
proponérselo.
Resulta que comer rico con un plato muy
sencillo de hacer, me hizo sentir que estaba en un fin de semana, aunque era
miércoles. Cuando terminé, hice lo mismo al otro día, pensé qué se me antojaba
comer, vi una receta, y mientras la comida se hacía, dibujé un poco, otras
veces leí, ordené cosas que me ponía trabas para acomodarlas.
El truco era cocinar ni bien llegaba porque si
no ya no arrancaba con todo, y en los intervalos de ingredientes hacía cosas
útiles.
Querer ganar espacio en la biblioteca, me hizo
vender siete libros que no hacían más que saturar la pared. Entonces los canjeé
por uno nuevo que se convirtió en un regalo para alguien muy especial.
Ordenando encontré lana de un tejido que quedó
a la mitad, lo retomé. El placard tenía ropa que no encajaba conmigo en esta
etapa, pero no necesitaba un día especial para tomarme y comprarla como lo hago
siempre, sino decidirme a elegirla al pasar. Antes de hacerlo, regalé otra
prenda.
Antes de escribir un artículo, escribí algo
para mí y relancé mi blog. Antes de pensar ideas creativas para la agencia,
pensé en cómo crear algo que me facilite otra cosa. Antes de extrañar tanto fui
a visitar, antes de amigarme me peleé con las personas que quiero mucho porque
había cosas que decirles.
Entonces empecé una rutina anti-rutina, porque
elegí un sillón que no era lo de siempre, porque quería ver que otras recetas
nuevas podía hacer que no tenía idea.
Es loco, pero me surgió una especie de
emoción-motivación, de esas parecidas a las que tenía de chica esperando a que
me entreguen las fotos reveladas.
Aunque tuve que regalar con un poco de culpa
la mitad del departamento por tema espacio, eso me renovó, hizo desligarme de
miles de cosas que pensé que necesitaba y la verdad que no. Tengo lo mínimo y
necesario, más a mi manera, más lindo.
Una emoción tan pequeña como fue aprender
recetas, o aprender a jugar fútbol, revender cosas, me dio pilas, me hizo no
acostumbrarme a lo que no quiero, me hizo aprovechar tanto las cuatro horas que
me quedan del día, que disfruto más del trabajo y llegar a casa también.
Tantos tutoriales a nuestro alcance, tantos
remedios caseros, tantas ideas nuevas se pueden sacar, que de repente te das
cuenta que depende de uno buscar una emoción nueva.
Cada persona tendrá su rutina
de salirse de ahí. Quizás estamos pensando demasiado profundo, un viaje, algo
lejos, pero descubrí que el secreto es emocionarse. De repente, algo chiquito
genera tanta alegría que te saca una sonrisa y mueve lo demás.
// Artículo escrito para http://7attitudes.com/author/mariana-szulman/
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