NO
De chicos nos enseñaron que la palabra NO
era pesimista. El ¨No¨ estaba acompañado de cejas fruncidas, mirada acechante y
presión en el mentón.
No hables con
extraños. No vayas desabrigado. No
estudies algo que no te va
a dar plata. No, no
y no. Cada repetición era un tierno ladrillito que poníamos en nuestra pared
corporal, armando la casa más fuerte de los tres chanchitos. Tan hermosa, tan
protegida, tan difícil de salir.
El cemento y la mano de obra, de perfecta
calidad, venía de nuestros padres. Y a medida que crecíamos, reforzábamos más y
más cada lateral.
El Si es felicidad. ¡Sí quiero! Frente al
altar, que hermosura. Motivo de orgullo. ¿Me amas? Sí. ¿Estudiaste? Sí mamá.
¿Ya ordenaste tu pieza?, sí. Incluso el sólo hecho de nombrar a este
monosílabo, la misma boca lo pronuncia sonriente.
Que más podemos decir, contiene la palabra “siempre”,
es seguridad, risas con amigos, logros, orgullo, dientes blancos. Hasta los
muñecos en forma de perro que se ponen de adorno en los autos te dicen “sí,
dale”. Es perfecto por donde se lo mire. Hasta que llega la adolescencia.
Ese gustito exacto de la rebeldía, donde
aparece la vibración pregnante y sutil de dos letras, que juntas, presionando
el paladar, resuenan de poder y expresan ni más ni menos, la sencilla libertad:
N, O, NO.
¡Wow! que bien se siente, ¿vieron?. Retener
en segundos tan diminutos lo que va a ser poner un límite o desafiar a tus
padres. ¡Déjenme en paz!
Algunos rebeldes más intensos, algunos más
tranquilos. Tatuajes de calaveras en medio de la espalda, otros sólo de
florcitas. Cigarrillos, alcohol, novios punks, novias, escaparse de casa, o
solamente faltar al colegio.
El tema viene cuando terminamos la etapa living la vida loca y la mente nos
dice “terminó el recreo y las vacaciones
querida, volvé a tu casita”.
Sin discutirle, con la mirada caída y
haciendo puchero, regresamos pensando que los sueños y la diversión se fueron
con nuestra pubertad y que ahora debemos ser personas manejables, digo
responsables.
Uff los Si y los No, tan ásperos, tan
distintos, pero no opuestos.
Dos extremos de un pasamanos si uniones.
Dos agujas de tejer, sin la lana que los une. Evidentemente no conocíamos que
existe un más o menos, un no tanto, un a veces y un de vez en cuando, ni que el
pretérito pluscuamperfecto de hubiera
hecho, ya no sirve, sino el presente.
No nos enseñan que la rebeldía no es negar,
y que negar no es rebeldía. Que el NO es una elección. No casarse no es opuesto
a casarse, y no es malo, es un camino más.
Ni siquiera caímos en que la casita puede
tener ventanas, un teléfono, un patio, si quieren unos cuadritos vintage, ser
ecosustentable, y una puerta sin candados para probar, equivocarnos, pasar al
otro lado, seguir o retroceder.
Lo más asombroso es
que nadie muere por decir no, pero decir SI, sin quererlo, ¡es la muerte!
Poner un stop NO ESTÁ MAL, es decirnos esta
o este soy yo con mis límites, no lo cargues de sentido. Yo no quiero ese
trabajo. Yo no sé. Yo no estoy segura. No me mires así. Todavía es pronto.
Quiero descansar. A mí no me gusta esto. No me interesa esa salida. Prefiero
otro día.
Porque en ese preciso momento nos vamos a
dar cuenta que el no, se forma mirando los autos de ambos lados para poder
avanzar. Soltar y sacudir nuestro pelo también arma esa acción, o estando en un
avión, micro, colectivo, al girar la
cabeza mirando entre las dos ventanas para descubrir que mundo hay afuera, su
textura, color y movimiento.
Decir no es aprendizaje y salud cuando el
cuerpo y el corazón lo sienta. Es avanzar hacia todos los costados inclusive
hacia atrás. Es tener sabiduría en nuestras decisiones, por algo llamamos así a
nuestros nonos. Es experiencia y ¡se siente muy bien!
¿Te animás a decir
que no? Recordá hoy, ahora y en adelante, que del NO, también surge la palabra
ON.
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